Expedición a la Isla del Tesoro

“Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas.”

La frase se la adjudican a Albert Einstein, aunque no está demostrado que la haya dicho o escrito. La usan con frecuencia para referirse a que las personas cada vez más se ponen tontas con las nuevas tecnologías de la computación y las comunicaciones, especialmente con los teléfonos móviles. Lo mismo en las reuniones de trabajo, en las clases, en actividades colectivas como almuerzos o reuniones familiares cada uno está sumergido en su teléfono móvil y apenas si sabe lo que pasa alrededor. Y el colmo es que muchas veces ves parejas de enamorados cada uno ensimismado en algo más interesante que la pareja que tiene al lado. Bueno, como siempre me desvío de lo que quería decir. Yo de lo que quiero hablar es de una exitosa expedición a la Isla del Tesoro, que ustedes saben que lo mío son los radares meteorológicos.

Sé que algunos dirán que debí haber escrito «Expedición a la Isla de la Juventud» pero mis fieles lectores no se dejarán confundir, eso es para los neófitos que no saben nada de la vida… ¿acaso mis nunca bien ponderados lectores nunca han oído eso que dicen de «Juventud Divino Tesoro»? Pues bien, como saben mis lectores más asiduos, siempre hablo de radares meteorológicos. Y si les hablo de ir al radar de Punta del Este, que tiene cerca una playa paradisíaca, con una geografía virgen, y una exuberante y muy comestible y apetecible  fauna, enseguida mis avezados lectores piensan en imágenes como la que está a la izquierda de este párrafo ¡La Vida Misma! como solía decir un amigo mío (sí, ya falleció el pobre, si estuviera entre nosotros diría ¡La Muerte Misma!) En fin, que descanse en paz mi amigo y volvamos nosotros a la expedición de marras.

Se equivocan brutalmente los que sueñen que ir al radar de Punta del Este es como ir a un hotel de 5 estrellas en Varadero. Eso que vieron en la foto son solo flashazos de unos minutos de solaz, en una breve pausa. En realidad, al viajar un equipo de trabajo del Centro de Radares a uno de estos equipos, se enfrenta a muchos trabajos, condiciones “especiales” y dificultades insalvables, que ellos, invariablemente se encargan de solventar.  El trabajo es bien duro, físicamente e intelectualmente. Hay que buscar soluciones a las averías, y muchas veces…inventar…porque no hay lo que hubiese hecho falta. Ellos viajan apertrechados de herramientas y componentes electrónicos de repuesto, dentro de los límites que ponen lo que razonablemente se puede cargar y la disponibilidad de nuestros siempre escuálidos stocks. Mis colegas me asombran hasta a mí mismo, que fui quien los entrenó en ese espíritu espartano de regresar “con el escudo o sobre el escudo” o como diría el carismático Tabares “dejar la piel en el terreno”. Siempre van mucho más allá de lo que yo podría esperar. Cada expedición a un radar está llena de hazañas heroicas, algunas pequeñas, otras que se convierten en leyendas. Que yo recuerde, y recuerdo muchas proezas logradas hasta con alto riesgo físico, esta expedición ha sido la más dramática y riesgosa por la que haya pasado alguno de mis colegas.

En el año 2006, el Comandante en Jefe proporcionó al Instituto de Meteorología un par de jeeps WAZ para atender la actividad de los radares. Uno de ellos está actualmente en el Centro de Radares, en Camagüey, y el otro se decidió destinarlo al servicio del radar de Punta del Este, que se encuentra bien alejado del Centro Meteorológico de la Isla de la Juventud, que es quien atiende administrativamente al radar. Doce años viajando por un camino mayormente montado sobre el diente-de-perro, que pasa por un tramo sobre la Ciénaga de Lainier, que solamente en la época de seca es que está seco (valga la redundancia), que está sometido a la nociva influencia del salitre…tenían que dejar necesariamente pequeñas huellas en el jeep. Y, no obstante, como diría el Gran Galileo …” e pur si muove”. Hablo sobre el jeep no para quejarme, sino porque él es el protagonista villano de esta historia, bueno, uno de ellos. Hay varios villanos, como el cuento que le narro a mi nietecita: “agua, apaga al fuego, que no quiso quemar el palo, que no quiso pegarle al perro, que no quiso morder al chivo, que no quiso comerse a la hierba, que no quiso limpiarme el pico para ir a la boda de mi Tío Perico”. Como siempre…desvarío.

La expedición llegó a la Isla por avión el 24 de mayo de 2018, en un vuelo adelantado a aquel para el cual tenían pasaje, que a la postre resultó el último vuelo que salió hacia la Isla de la Juventud, debido a las condiciones de mal tiempo imperante en el archipiélago cubano. Al otro día partieron para Punta del Este, manejando el jeep, el mostro Andrés, ingeniero del radar de Punta del Este (quién además cumple misiones nacionales en otros radares), que se unió a los recién llegados ingenieros Robert y Leo. Este radar había detenido su funcionamiento por el mal estado del sistema de aterramiento, en previsión de que el impacto de un rayo causara grandes estragos en la automática de control del radar y en su sistema de adquisición y procesamiento. En el largo tiempo parado fue necesario usar algunas tarjetas de la automática de este radar, para restablecer el funcionamiento de otro radar. Iban listos para restablecer todo. Al llegar se percataron que, a pesar de las precauciones, el impacto de un rayo había causado que se quemaran unos circuitos del receptor original. El circuito de control automático de la sintonía también estaba dañado. Se les ocurrió usar un generador de señales estándar de la gama de microondas en calidad de oscilador heterodino; pero también este estaba roto. Sin embargo, a ellos nada los detiene. Repararon el viejo generador ruso, repararon el circuito quemado, sustituyeron las tarjetas que se habían cogido para otro radar, repararon las cosas que comenzaron a dar problemas no esperados y zas, se hizo la luz. El día 29 de mayo, el viejo radar de Punta del Este, inaugurado en 1973 volvió a funcionar después de haber estado detenido cuatro años, nueve meses y veintiseis días (1763 días).

El 30 por la mañana  Leo se tira selfi con la reparación del jeep de fondo. Ellos me dijeron: –ya no llueve, vamos a salir–yo les dije– bueno, pues adelante, yo también saldría, el trabajo está terminado y ya no llueve, yo he estado monitoreando la situación todo el tiempo, el pronóstico resulta favorable. Ellos me comentaron que el mostro Andrés había tenido que salir hacía dos días a llevar a un colega del radar que enfermó. Salió y volvió a entrar el mismo día, dijo que solo en la parte de la laguna el agua estaba un poco alta, pero no llegaba al motor del jeep. Yo les dije–si a las 3 PM aun no sé de ustedes, levantaré una alarma de rescate, llamaré a Chicago Fire y a los SWAT cubanos que salían en UNO, que en todos lo seriales ellos salvan a cualquiera. En todo el trayecto hasta el punto de control de Cayo Piedra no hay comunicaciones de ningún tipo. Y eché a andar el reloj de arena…Y llegaron las 3 PM, y nada, Ana Delia, la Directora del Centro Meteorológico de La Isla, y yo…en ascuas. Ana Delia salió para el gobierno a pedir ayuda…y retornemos a los expedicionarios.

Pues bien, el día 30, último chequeo a todo, pequeño arreglito en el jeep y palante, menos de las 10 AM. Todo muy bien, el agua empezó a subir, hubo que levantar todos los bultos y los pies (menos Andres que tenía que pisar los pedales). Andrés que tranquilos, que esto es un tramito y depués ya verán que está todo seco y eso es pan comío, aquí, en este camino nunca sube mucho, solo en esta zona de la laguna, ahora pasamos este pedacito y ya. Leo pensando que su esposa Sachie le dijo que se fuera con el overol y las botas, paque no cagara más ropa por gusto, y él pensando que que bien que no me puse los converse, porque ya las botas van empapadas. Y Rober-Malvino-Fortuna, diciendo Usté verá que Usté va a ver…que Rober se conoce las leyes de Murphy al dedillo, y repetía aquello de «si algo malo puede pasar, a ÉL le va a pasar». Si hubiera estado Arturo-Aura-en-el-Caballete hubiese enumerado todas las cosas malas que podían suceder (él las enumera todas pa después poder decir: viste, te lo dije).

Y ná, de pronto ocurrió lo inesperado. El jeep no quiso seguir (ya se los había dicho, es el villano del cuento). Andrés maldiciendo–eso es porque el tubo de escape estaba virao pabajo, que si no el sigue palante y pasamos esta zonita y ya estaríamos del lado de allá. Leo, un poco desconfiado–a mi me parece que este jeep no es taaaan anfibio ná. Andrés consternado–coño pero si yo pasé bien por aquí hace dos dias…que clasemariconá (es lo que dice en la foto discutiendo con un mosquito posado en la frente). Rober relajado, se sentó en el capó a esperar a los SWAT o a los de Chicago Fire, que él sabe que yo soy un hombre palabra y no dejo a los míos en un trance así. Bueno, yo pienso que, en principio Andrés tenía razón, solo que además de virar el tubo escape parriba, debía haberle hecho un agrego de 3 metros, y tal vez hubiera podido ir desde Nueva Gerona a Batabanó, claro dándoles snorkeles de 3 metros a las personas también…

Al cabo de una hora, viendo que no llegaban ni los SWAT, ni los de Chicago Fire ni la Policía Montada del Canadá (como yo he estado varias veces en Montreal Rober pensó que quizás…), pues dijeron, ná, vamos a remangarnos los pantalones y salimos en el VeDoblePié. En el video yo oí que Leo dice–adelante mis leones hispanos. Arturo que es un mal pensado dice que él oyó que Leo dijo: Esto está de p*ng* (no le hagan caso a Arturo que él siempre dice malaspalabras y piensa que todos la dicen). Pero en fin, salieron camina que te camina. Las partes y piezas de repuesto las dejaron en el techo del jeep y salieron con lo más preciado: las laptoses y los móviles sobre la cabeza. Leo seguía resongando–esto no es tan anfibio ná, mira el agua nada más da a la altura de la cintura y ya se paró el cabron jeep, y Andrés –que no, que es por lo que te digo, que el tubo de escape debí haberlo virao parriba, ese fue el fallo mío.

No les puedo hacer el cuento tan largo como el camino, porque a pesar de lo que decía Andrés, que solo les faltaba pasar un pedacito y luego estaba seco…fueron 9 km con el agua al pecho y las laptoces en la cabeza (un amigo me dice que el plural de laptop no es laptoces, pero estando con el agua al pecho uno no se puede poner a discutir de gramática con nadie). Y así, camina que te camina fueron viendo toda la fauna de la zona. Afortunadamente, los cocodrilos no aparecieron en el agua (eso es un incumplimiento, porque siempre deben permanecer varios cocodrilos en esa zona, así está establecido; pero bueno, eso lo discutiremos más adelante).

Finalmente el agua fue bajando, hasta que llegaron a «tierra firme», allí los esperaba un tractorcito que los llevó hasta la Fe, pero el tractorcito no podía entrar al agua. Más tarde, ya noche cerrada, llegó un tractor alto y (como ya ellos estaban a salvo) volvieron a entrar a buscar sus pertenencias y las herramientas y equipos. Muchos pares de ojos saltones refulgían en la oscuridad. Ellos no tenían miedo porque a fin de cuentas ya ellos habían llegado a salvo a la Fe. Efectivamente, regresaron a la Fe y allí en la estación metoreológica se quitaron el fango y durmieron un poco.

Al otro día fue otra agonía para que Ana Delia, la directora del CMP Isla de la Juventud, «resolviera» un transporte para llevarlos hasta el muelle y salieran en el primer barco que iba a salir. Al llegar a Batabanó una acción suicida (sí porque iba que jodía) de Yojainer, el chofer de Celso (el Director General del INSMET), les permitió llegar justo a tiempo para la Vía Azul para la cual se les había sacado pasaje con muchos días de antelación (¿ya ven que a pesar de todo los planes se cumplen?).

Y finalmente, retomaré el tema por donde empecé. Se supo después (que los cocodrilos todo lo cuentan) que el cocodrilo que estaba de guardia (dejaron a uno solo porque habían «sacado carteras y billeteras de piel sintéticas de cocodrilo» en la chopin donde ellos compran) estaba entretenido buscando cobertura del celular y no los vio pasar que si no…Ya se los digo, hoy en día la gente pierde la cabeza con el lío de los celulares, y los cocodrilos también, ya ven que este en lugar de comerle una pierna a Robert-Malvino-Fortuna (como está orientado a cualquier cocodrilo que se respete) cuando le pasó por al lado…nada. Obviamente este es un cocoidiota con celular…o ¿será que Cocodrilo no come mostro?

 

 

 

 

Acerca de Orlando El Escriba

Experto en radares. Ingeniero eléctrico, Doctor en Ciencias Técnicas, Profesor Titular, Director-Fundador del Centro Nacional de Radares del Instituto de Meteorología de Cuba, actualmente Presidente de la compañía privada LADETEC.
Esta entrada fue publicada en Anécdotas y etiquetada , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario