«Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo. El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso, y al último soldado, que es un héroe desconocido. Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria.» José Martí.
Visito caracas por séptima vez. Al igual que otras veces, mi primera visita fue a la estatua del Libertador. La foto no es de esta visita, ni siquiera de la primera visita, pero igual siempre me gusta venir a este lugar. Esta vez fue a traer a unos colegas para «iniciarlos» en el ritual de Martí. Ahora he visto la ciudad más ordenada, más tranquila, más limpia. Se respira mayor orden social, lo que me alegra porque es una ciudad moderna muy bonita, y los colegas venezolanos…amables y buenos anfitriones como siempre. Como siempre el motivo de mi visita son los radares meteorológicos, de los cuales los venezolanos tienen 8.
Como siempre m suceden cosas. Compré una tarjeta para el teléfono celular en 30 Bs, pero me vendieron una que solo sirve para mensajes, asi que ahora tengo 600 mensajes para mandar y poco saldo para hablar, pero bueno, ya mis lectores están acostumbrados a que me pasan este tipo de cosas. Compré un pasaje para el Metro y entré al Metrocable (funicular)(y por desgracia servía el maldito ticket para los dos) que sube a San Agustín (un cerro donde no se me ha perdido nada), en lugar de entrar al Metro. Los dejo amables lectores, es breve porque tengo mucho trabajo, los quiere su Tio Mat el Viajero
Pingback: …sin sacudirse el polvo del camino… « Blogalidad Camagüey
Interesante experiencia, pese a los equívocos, esos «despistes» comunes a los que tenemos un «mundo en la cabeza», y se nos extravían las cosas más cotidianas. Saludos, compañero.