La lechuza de los campanarios y el inglés de Shakespeare

Cuando yo estudié no era como ahora. Mis primeras lecciones de inglés ocurrieron cuando yo comencé en Noveno Grado y no fueron en clases regulares de la Secundaria Básica. Esas, las lecciones de inglés de la Secundaria, llegaron después. Sucede que mi mamá tuvo la excelente idea de matricularme en un curso nocturno de idiomas para trabajadores (no sé cómo se las agenció), que comenzó a inicios de mi Noveno Grado en la Secundaria Básica. La asignatura de Idioma Inglés en la Secundaria comenzó más tarde. La Escuela de Idiomas Mijaíl V. Lomonósov de Camagüey radicaba en el mismo local de la Secundaria Básica Mártires de Camagüey, que en aquel entonces estaba ubicada en la calle Cisneros #309 entre Ignacio Agramonte y General Gómez, frente al Correo Central, donde aun hoy sigue estando la Escuela de Idiomas.

Pues bien, fui un lunes a mi primera clase nocturna. La maestra hablaba todo el tiempo todo en inglés: “gud ifnin” (yo no tenía televisor en mi casa, ese artefacto apareció cuando ya yo estaba en grado 12, así que no tenía ninguna práctica de idioma inglés de ver películas), después, la maestra dijo enfáticamente, apuntando con el dedo índice para el piso, así, con tremenda autoridad, como quien tiene la palabra divina: «tudei is mondi» y eso sí fue demasiado para mí, a partir de ahí me desconecté mentalmente y esperé que terminara la clase, muy decidido a que fuera la última.

Llegué a la casa y le dije a mi mamá –no voy más, no se entiende nada. Y le conté. Mi mamá con mucha paciencia me explicó lo que la maestra había dicho y sin mucha paciencia me dijo –mañana te incorporas de nuevo, aprieta el fondillo y dale a los pedales porque NO VAS A DEJAR LA ESCUELA DE IDIOMAS. Y así fue, me comí 7 semestres, dos horas diarias de lunes a viernes, cada semana…y todavía estoy agradeciéndole a mi mamá pues obtuve una gramática inglesa impecable que me ha servido toda la vida. No sé por qué motivo, entre los estudiantes de la escuela de idiomas se comentaba que a nosotros nos enseñaban inglés de Inglaterra y no inglés americano, y estuve convencido de eso toda la vida.

Bueno, desvarío, como casi siempre, si yo lo que quería contar es sobre mi primer viaje a Inglaterra, en el año 2008. Desde 1999 yo había estado viajando a países en los que me vi precisado a hablar inglés y siempre lo hice bastante bien. En mi primer viaje a Extranjia, que fue a Montreal, hice gala exitosamente de mi inglés-de-Inglaterra-de-la-escuela-de-idiomas, que llevaba muchos años (1974-1999) sepultado bajo el idioma ruso. Luego vinieron muchos viajes más, a Canadá, a Estados Unidos, a Italia, a Alemania, creo que en total más de un decena de países de práctica exitosa del idioma inglés.

Pues bueno, en mayo de 2008 hubimos de ir a Inglaterra Arturo, que es un monstruo hablando en inglés y yo. Con un incidente de tiempo en la transportación en tren desde el aeropuerto de Gatwick hasta la ciudad destino: Exeter. Nos ubicaron en el hotel Express de la cadena Holiday Inn, aledaño al aeropuerto y también aledaño a Met Office, la sede central del Servicio Meteorológico del Reino Unido de Gran Bretaña..

Llegamos ya para la hora de comida, en el hotel no había restaurante ni cafetería (solo para desayunar funcionaba). Averiguamos y nos dijeron que aledaño al hotel había un restaurante. Salimos y a unos pocos metros estaba el The Barn Owl (literalmente, la Lechuza de Campanario).

Entramos, era un restaurante estilo rústico (a country pub oozing rural charm and rustic character), buscamos una mesa vacía y nos sentamos. Pasó un tiempo y nada, nadie nos atendía. Pasó un mozo y Arturo le preguntó que qué había que hacer para comer. El joven nos contestó con una ráfaga en inglés de Shakespeare. No entendimos nada. Fuimos al centro del restaurante donde había un mostrador como la carpeta de un hotel. Otro mozo se nos acercó, repetimos la pregunta y segunda ráfaga de Shakespeare que no entendimos. De 2-0. Arturo rumbo a la puerta de salida y yo lo agarré y le dije –no, hay que insistir que hay hambre y no hay más nada.

Volvimos al mostrador y le cazamos la pelea a una muchacha. Misma pregunta, ráfaga parecida. De 3-0, sí, Shakespeare 3, nosotros, 0. Arturo poniendo rumbo a la puerta y yo interceptándolo de nuevo. Arturo –que no digo más ná. Yo, como en mis 7 semestres falté a muchas clases, debo haber faltado a la de las lamentaciones en inglés. Fui decididamente hacia la muchacha en mi mejor estilo de 007, y ella debe haberme visto la decisión de comer o matar. Le dije, somos CUBANOS, no entendemos NADA, por favor ¿Qué debemos hacer para comer?

La inglesita rubita entendió que era una emergencia como para llamar a Scotland Yard o a la London Fire Brigade. Con toda su calma (como quien dice –mejeto, presta atención que yo no te voy a durar toda la vida) cogió un menú y nos explicó varios ítems (hablando más alto que lo normal, como si fuéramos sordos y no extranjeros), nos enseñó la libretica donde ella anotaba los pedidos y nos explicó que una vez anotado, ella nos daba un palo con un a tablillita con el número (el número del pedido) y nos mostró un palo-con-tablilla de ejemplo, que nosotros debíamos poner el palo-con-tablilla sobre la mesa y lo ejemplificó cómo se ponía el palo sobre la mesa y nos dijo que el mozo (señalando a uno de los camareros) miraría y dramatizó esto apuntando con su dedo índice y medio a sus rubios ojitos.

Acto seguido hicimos nuestra selección (apuntando con el dedo los ítems seleccionados del menú para que no hubieran dudas gramaticales por nuestras diferentes versiones del idioma inglés, just in case). Ella anotó, nos dio el palo-con-tablillita-con-número-de-pedido que nos tocaba y ya alejándonos nos escenificó de nuevo cómo ponerlo sobre la mesa. Arturito quiso replicarle que no entendíamos el inglés de Inglaterra, pero no éramos taaaan mongólicos; pero yo lo hice desistir de ese propósito, yo nos conozco, recuerden mis lectores que en el segundo viaje escenificamos un conato de incendio. A fin de cuentas, mongólicos o malos en el idioma de Shakespeare el resultado era el mismo. Al rato pasó un chama como buscando (a cada uno que pasaba nosotros exhibíamos el palo con el número como si fuera una bandera con la palabra S.O.S. que quiere decir Save Our Stomachs ¿o no?) y finalmente nos trajeron la comida (que en ese momento aun estaba por comer y no comida; pero en fin, no enredemos más la gramática inglesa que en inglés es más simple: food).

Así pues, no, el idioma inglés que yo aprendí en la escuela de idiomas era inglés-americano por más que yo me hubiera “creído cosas” durante muchos años y pensara que yo hablaba como James Bond. Finalmente comimos nuestra primera comida inglesa de Inglaterra gestionada en el inglés de Shakespeare o en el inglés de señas, que en la comida como en la guerra todo se vale.

En los días subsiguientes íbamos al supermercado y comprábamos pan con mortadella y cocacola como está establecido en la dieta de un cubano, como nos pasó a Marco y a mí en Montreal. Ya sería en nuestro segundo viaje a Inglaterra, cuando más experimentados, tuvimos el asunto del Full English Breakfast. Y claro, también yo tuve mi tropiezo en el comedor de Met Office por querer comer gelatina. Para mí Inglaterra estuvo llena de Satisfacciones e Insatisfacciones. No obstante, vean mis lectores que en el supermercado las jevitas me hacían cola a mí.

En nuestro segundo viaje logramos dominar el asunto del Barn Owl, que no solo de comida vive el hombre, también de bebida y de trabajar, lo crea mi desconfiado lector o no, nosotros estábamos haciendo el Radar Meteorológico Cubano (Doppler), encargo del Comandante en Jefe, que no todo era comer y beber en el Barn Owl.

Trabajamos en Met Office…y muy duro.

Y lo logramos.

Y aquí estamos…por si nos necesitan

Acerca de Orlando El Escriba

Experto en radares. Ingeniero eléctrico, Doctor en Ciencias Técnicas, Profesor Titular, Director-Fundador del Centro Nacional de Radares del Instituto de Meteorología de Cuba, actualmente Presidente de la compañía privada LADETEC.
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