Más sabe el diablo por viejo que … por doctor

“Hacer una tesis significa divertirse y la tesis es como el cerdo, en ella todo tiene provecho.” Umberto Eco.

Sí, no lo negaré, es agradable escuchar cómo te dicen respetuosamente “Doctor…”, ciertamente cada uno de nosotros tiene dentro de sí algo de vanidoso. Me lo dicen vecinos, el panadero, el vendutero, el mecánico, compañeros de trabajo y otras muchas personas. Hay cariño y admiración en ese tratamiento. La mayoría no sabe exactamente qué significa ser doctor; pero con ese tratamiento ellos hacen un reconocimiento al trabajo de uno, del que ellos no saben mucho; pero saben que es importante y complejo y lo sintetizan en una palabra afectuosa: doctor. No niego tampoco que ver escrito delante de mi nombre “Dr. C” (PhD en el extranjero) también acaricia un poco mi ego.: “yo también pude llegar a ese nivel”. Mis abuelitas Zeida y Ángela estarían muy orgullosas de mí.

En este post me propongo filosofar un poco sobre el tema de los doctorados y provocar al lector con una pregunta: Si ponemos a un lado la vanidad que significa ostentar la máxima categoría académica ¿para qué se necesita obtener un título de doctor?

¿En qué consiste “ser” doctor?

Pues es muy simple, el grado científico de doctor sirve como una especie de pasaporte, certificación de aptitud o salvoconducto para que una persona dirija proyectos de investigación. Cierto, hay investigadores verdaderamente geniales que nunca se tomaron el trabajo de obtener ese grado; pero que en la práctica demostraron poseer las habilidades y los conocimientos necesarios para dirigir y ejecutar brillantemente proyectos de investigación, con resultados de impacto y reconocimiento fuera de fronteras. Por ejemplo, en el Centro Meteorológico de Camagüey, Roger Eduardo Rivero Vega ha tenido una larga vida científica sin haber pasado por el enojoso proceso de defender un doctorado. Sin embargo, ha viajado por numerosos países brindando sus servicios y lo han reverenciado como lo que es: un científico de altos quilates, obviamente todo el mundo lo considera un doctor. Como contraparte, he conocido numerosos doctores que en la vida no han hecho nada para mostrar las habilidades que se supone adquirieron y el título no pasa de ser un papelito archivado (muy publicitado por algunos). Sin embargo, a pesar de los contraejemplos anteriores, lo correcto es obtener el título y luego defenderlo en la obra de la vida.

Roger E. Rivero Vega, uno de los científicos más brillantes que yo haya conocido. Me honro de ser su amigo y haber estado con él en la entrega de la Orden Lázaro Peña y la Orden Finlay

No todo lo que brilla es oro

Ser doctor no es sinónimo de excelencia profesional. No es necesario ser doctor para ser un buen ingeniero, o un buen especialista de la producción o los servicios en cualquier rama (abogados, periodistas, médicos …). Los médicos clasifican su experiencia en «especialistas de primer o segundo grado». Tampoco un profesor de excelencia lo necesita para ser un pedagogo ejemplar. Sin embargo, en el ambiente académico sí que es deseable, porque el prestigio de las instituciones docentes se mide por la cantidad de doctores y la cantidad y calidad de sus producciones científicas, así es en todas partes del mundo. A fin de cuentas, en las universidades se forjan los futuros científicos, el claustro, por tanto, debe tener un alto nivel científico. Por otra parte, digamos que esto les permite a las universidades que sus profesores sean contratados para dirigir proyectos de investigación y estos proyectos a su vez permiten a las universidades y a sus profesores tener un financiamiento que les posibilita elevar su nivel docente y científico. Cuando se presenta un problema en la producción o los servicios, cuya solución pasa por métodos científicos, es a las universidades a dónde hay que acudir a buscar ayuda; porque los centros de investigación están muy centrados en resolver los problemas para los cuales fueron creados. Me parece incorrecta la tendencia en Cuba de considerar que el nivel superior de un ingeniero es hacerse doctor. El ingeniero se las ingenia para resolver problemas, y se supera estudiando la técnica. Su meta debe ser convertirse en un profesional de excelencia en su especialidad y como tal se le debe reconocer y pagar. Los doctores son para investigar, su excelencia consiste en obtener resultados científicos por medio de investigaciones. Ser un buen ingeniero es tan honorable como ser un buen doctor. Hay malos ingenieros y hay malos doctores, como mismo hay buenos ingenieros y buenos doctores. Me precio de trabajar con un grupo de ingenieros que han sido certificados por la vida para hacer innovaciones y que mucho más que eso, son tremendamente esforzados y lo primordial, son excelentes personas y abnegados patriotas.

Centro de Radares con el Presidente Diaz-Canel. Ingenieros, doctores, masters, licenciados…todos patriotas, todos excelentes trabajadores.

¿Ministros Doctores?

Por otra parte, no molesta que un dirigente de cualquier nivel posea el grado científico de doctor. No es indispensable para ejercer su cargo; pero sí indica que es una persona que pudo adquirir un nivel, relativamente notable, en la solución de problemas con métodos científicos dado que hoy la ciencia es imprescindible en todo. Aun cuando el tema en el que lo obtuvo no tenga nada que ver con la labor que ejerce como jefe, el título de doctor es un buen aval para asignarle tareas de dirección de gran envergadura. Me resultó reconfortante ver que nuestro presidente defendió su tesis de doctorado (siendo ya presidente), lo cual es un indicador de la importancia que concede a la Ciencia y la obtención del grado científico.

El presidente Diaz-Canel defendiendo su tesis de doctor

Mi metamorfosis: de ferrocarril a radar

Habiéndome graduado en el Instituto de Ingenieros del Transporte de Moscú con 5 puntos de promedio, es lógico que el Jefe de la Cátedra, el Dr. Bryleev me diera una carta para que retornara a obtener el título de Kandidat Nauk (doctor en ciencias) con ellos. Era lógico pues, que yo quisiera convertirme en doctor. Yo estaba muy deseoso de hacerlo; pero a mi lugar de trabajo asignado (la Distancia del COSIE de la División de Ferrocarriles, donde nunca llegué a trabajar), esto no les interesaba en lo absoluto. Tampoco le resultaba de interés al Centro Meteorológico de Camagüey, donde me decidí a ingresar en 1981. En la sede del Instituto de Meteorología me dijeron para darme ánimo: lo que necesitamos no es que hagas investigaciones, sino que repares el radar de Camagüey cuantas veces se rompa. Marta Calvo, a la sazón jefa de recursos humanos en la sede del instituto, también me lo dijo claro –Orlando, ni la más remota esperanza de que puedas ser investigador porque fulano y mengano (ingenieros más viejos que yo) llevan años y aun no lo son, los investigadores son meteorólogos de muchos años (como es natural ¿no?, se trata del Instituto de Meteorología).

El Dr. Ismael Clark, a la sazón presidente de la Academia de Ciencias de Cuba, mi inspiradora mamá, Teresa González Álvarez y a mi izquierda, mi amiga y admiradora Marta Calvo, que tan visionariamente me lo dijo: va a ser muy difícil. En mi pecho la Orden Finlay, otorgada el 15 de enero de 2006 al Colectivo de Ingenieros de Radar que dirijo.

En mis cuatro primeros años de trabajo estuve centrado en convertirme en un buen ingeniero de radar y lo del doctorado quedó sepultado en lo profundo de mis aspiraciones. Yo quería saberlo todo de los radares y estudiaba a ritmo de 3 horas cada noche. Tenía que llenar el vacío de conocimientos por provenir de una especialidad ferroviaria que nada tenía que ver con los radares. Mis conocimientos de electrónica eran precarios.

Yo, en mi época de querer ser un reparalotodo.

Pasé cuanto curso de postgrado impartió la Universidad de Camagüey en mis primeros años de trabajo. Estudié todas las materias conexas: automática, electrónica de potencia, electrónica digital, microprocesadores, suministro eléctrico, comunicaciones, teoría de procesamiento de señales, computación. Acepté impartir muchas de estas asignaturas como profesor adjunto de la Universidad de Camagüey, solo para dominarlas. Hasta 1985, que pasé un curso de certificación en los radares soviéticos MRL-5 (en el Centro de Entrenamiento en Nalchik, en la URSS), mis jefes no me permitieron tomar decisiones por mí mismo en la reparación y sobre todo en la innovación-modificación-modernización de los radares.

De ingeniero en Automática, Telemecánica y Comunicaciones para el Transporte Ferroviario a ingeniero en radares meteorológicos. Del Instituto de Transporte de Moscú al Instituto de Meteorología de Cuba. Vueltas que da la vida.

Mi paradigma: los ingenieros soviéticos

Mis asesores soviéticos eran INGENIEROS, así, en mayúsculas, y tenían en común que despreciaban a los kandidat nauk (doctores en ciencias). Más de una vez los vi “barrer el piso” en discusiones con algunos doctores soviéticos que también venían de asesores en el procesamiento de la información de radar. Los tres asesores soviéticos que tuve tenían un altísimo nivel teórico que acompañaban con una práctica de excelencia. Eso no estimuló mucho mis deseos de hacerme doctor, ellos eran mi paradigma. Román Tychina, el primero de mis asesores me decía: –vanidad Orlando, eso es simple vanidad, el doctorado no es imprescindible, es perder el tiempo. La divisa de estos ingenieros era resolver problemas en la práctica, eran innovadores por naturaleza y era simplemente formidables. Ningún problema les parecía insoluble. Su innovación siempre estaba basada en un profundo conocimiento de la teoría. Definitivamente, yo quería ser como ellos y al demonio con el doctorado.

Mi primer asesor, el inigualable ingeniero Román P. Tychina, foto tomada en nuestro último encuentro en la ciudad de Nalchik, en noviembre de 1985 cuando yo pasaba el entrenamiento para certificarme como ingeniero de los radares MRL-5 en el Instituto Geofísico de la Alta Montaña en la Unión Soviética.

Reconciliación con la idea del doctorado

Por último, en 1986 vino el Dr. Boris P. Koloskóv para el procesamiento de la información de radar con vistas a su uso en la influencia activa. Boris me demostró que ser Kandidat Nauk no estaba reñido con la práctica. Él reparaba el radar tan bien como un ingeniero experimentado y a la vez era muy innovativo en el procesamiento de la información del radar. Koloskóv me reconcilió con la idea del doctorado. Este era el tipo de doctor que yo sí quería ser. Sosteníamos larguísimas discusiones teóricas y las zanjábamos siempre en la práctica. En honor a la verdad debo decir que cada vez que venía con algún sutil problema en el radar…tenía razón.

Radar MRL-5, foto tomada en 1987. De izquierda a derecha: Pedro Martin Betancourt, supliendo al Director del Centro Meteorológico de Camagüey, Dr. Jesús González Montoto, Director del Instituto de Meteorología, Noel Toledo, Vicepresidente de la Academia de Ciencias, Dr. Boris P. Koloskóv, asesor soviético para el procesamiento de la información de radar, Dr. Manuel Hernández Victoria, Delegado de la Academia de Ciencias en Camagüey, Carlos A. Pérez Sánchez y Dr. Daniel Martínez, dirigentes de las tareas de Influencia Activa en el país.

Y finalmente ¿qué me «obligó» a hacerme doctor?

Ya desde el año 1983 yo estaba confrontando dificultades prácticas por no ser doctor (o investigador auxiliar a lo que no podría llegar sino tras muchos años de experiencia), porque esa era una exigencia para poder dirigir los proyectos de investigación/desarrollo. Como yo quería hacer cosas y no podía poner mi nombre, tenía que pedirle a Roger E. Rivero Vega (que desde siempre fue investigador auxiliar) que asumiera, solo de nombre, la dirección de ellos y yo me encargaba de la ejecución de los mismos (claro, Roger me aconsejaba y orientaba en muchísimas cosas; pero igual lo hubiera hecho aunque su nombre no figurara). Había también algunos doctores, que oportunistamente se ofrecían a “dirigir” mis proyectos (y de paso manipular cualquier recurso que yo pudiera obtener y también de paso, justificar su grado de doctor “haciendo” alguna investigación). Roger, en cambio, lo hacía desinteresadamente. Comprendí que, por el bien de nuestra causa (la de modernización constante de los radares), yo debía defender cuanto antes un doctorado. En 1993 (sí, ese terrible año del Periodo Especial), en muy mal momento, yo decidí que había llegado «el momento» y escribí lo que yo consideraba una tesis de doctorado y … allá vamos, a rodarrrrr.

Así de «espléndido» lucía yo a principios de los 90 en un trabajo voluntario en la Loma de la Mula, donde después se erigiría el radar MRL-5M.

El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones

No sabía yo en 1993, cuán difícil era ese camino al doctorado y cuan empinada era la cuesta que debía subir. Yo era la persona correcta en el lugar y momento equivocados (un ingeniero aspirando a ser doctor en una institución de meteorólogos, físicos y geógrafos). Escogí el tema del procesamiento de las señales, porque es un área del conocimiento donde comandan las matemáticas y sin matemáticas cualquier intento de tesis de doctorado es fácilmente tildado “trabajo simple de ingeniería”. Lo que hice en la tesis fue dar una argumentación teórica sólida, demostrada matemáticamente, de lo que ya hacíamos en la práctica de los procesadores de señales desde hacía unos años. De paso zanjaba viejas discusiones con Núñez y Diego sobre cómo debían ser los procesadores para los radares meteorológicos. Fue un asunto espinoso. Escribí siete versiones de la tesis durante seis años, los cambios estuvieron motivados por los inflexibles puntos de vista de diferentes tribunales y oponentes por los cuales tuve que pasar, la esencia siempre fue la misma: los resultados prácticos que ya tenía. Cada doctor que se leía la tesis, creía saber cómo debían hacerse las cosas, aun sin conocer a fondo la esencia de la misma, sobre todo, las opiniones de la comunidad de personas (muy reducida) que en el mundo se dedican a este tema. Después de rodar infructuosamente por varias instituciones y tribunales, con periodos de desánimo intercalados, finalmente, el Departamento de Telecomunicaciones de la CUJAE y su jefe el Dr. Amado García Simón, fueron los que me colocaron gentilmente en el camino correcto y todo fluyó en menos de un año (después de 5 de martirio).

La empinada cuesta en el camino hacia el doctorado. En realidad, la foto es del radar en la cima del Pico San Juan, en el Escambray cienfueguero.

Contexto de mi tesis

Todo el proceso de mi tesis se desplegó entre 1993 y 1999, a la vez que fabricábamos el radar MRL-5M, el primer radar con mando completamente automático y lo montábamos desde cero en la Loma de la Mula. En los periodos críticos de mi tesis (nunca estuve liberado de mis funciones) mis colegas Leonardo, Arturo, Roberto, Maroto, Rafael y Albio me daban el respaldo decisivo que necesitaba para poder dedicarme a escribir, en algunos pequeños intervalos de tiempo que le dedicaba a la tesis. La fabricación del radar era un trabajo que absorbía casi todas mis energías, en ello nos iba la vida. En otras entradas de este blog he contado la historia de esta epopeya (1, 2, 3, 4, 5). Téngase en cuenta, que, además, para poder reforzar mi economía doméstica tenía que dedicar muchas horas de mi tiempo extra a fabricar, instalar y vender protecciones de refrigeradores. Cada protección de refrigerador que hacía era una pequeña tesis de doctorado. Algunas aun funcionan muchos años después. Fue un periodo muy duro en mi vida.

Montando desde cero el radar MRL-5M en la Loma de la Mula. Por primera vez en Cuba se montaba un radar sin participación del fabricante, y lo hacíamos con un re-diseño propio. Los jefes estaban expectantes para levantar el pulgar si funcionaba o bajarlo si no.
Así de «espléndido» estaba yo (bueno, y mis compañeros igual, el 3 de abril de 1997 cuando inauguramos el radar MRL-5M en la Loma de la Mula, cuyo procesador de señales era la mejor validación de mi tesis.

Para qué no me sirvió la tesis

Pues sí, lamento decirles a mis nunca bien ponderados lectores, que mis conocimientos de radar no se ampliaron con la tesis. Tampoco los conocimientos de teoría de procesamiento de señales mejoraron. Ya yo había estudiado muy intensamente todo lo que necesitaba para fabricar los procesadores de señales para los radares meteorológicos cubanos. La investigación que debe hacerse en cualquier tesis ya yo la había hecho mucho antes de acometer la empresa de escribir una tesis. Yo escribí la justificación teórica de algo que ya la práctica había confirmado con anterioridad. En ese sentido yo avanzaba sobre un terreno muy bien pavimentado. Tampoco el doctorado me sirvió para alcanzar habilidades como investigador, ya yo dirigía (aunque sin que mi nombre figurara) proyectos de innovación tecnológica desde hacía muchos años, con resultados probados en la práctica. Lo que sí mejoró en el proceso fue mi habilidad para discutir y convencer de una idea científica a muchas personas.

Con cada presentación de la tesis o de diferentes aspectos de la misma, mejoraron mis habilidades para convencer a un auditorio científico.

El “match” por el título de doctor

La defensa fue como una especie de simultánea de ajedrez contra 22 Grandes Maestros. Fue agotador, en el tribunal solamente mis dos oponentes y el Dr. Chávez Ferry conocían a fondo mi tesis. No obstante, todos los doctores allí presentes eran (o son) personas muy inteligentes y muy bien preparadas. Cada uno de ellos es experto en temas específicos y, además, posee amplios conocimientos generales, casi todos eran excelentes profesores universitarios. Ninguno estaba dispuesto a perder la partida, cada Gran Maestro tiene un prestigio que defender. Se leían fragmentos de la tesis y arremetían con mayor o menor furor contra mí. Fueron dos rondas de preguntas. No me dejé provocar de caer en el área en que ellos son fuertes, me mantuve en la mía, donde yo era, obviamente, más fuerte que cualquiera de ellos. Cada uno hubiese querido que yo hiciera otra cosa en la tesis (humm, eso lo he visto muchas veces antes y después). No obstante, gané: 22-0 a mi favor. Los convencí a todos. No hay mucho mérito en eso, como ya les conté, yo era un investigador experimentado en ese momento. Además, modestia aparte, siempre he sido muy buen “abogado-pleiteador-discutidor”. Un factor que me ayudó mucho fue que el Dr. Rubiera se personó en mi defensa. A mí me dio seguridad y aplomo, y noté un efecto positivo en el tribunal, era como si hubiese llegado el Instituto de Meteorología en pleno a apoyarme.

José Raúl Capablanca en simultánea contra Grandes Maestros

Riesgos de no tener tutor

Yo no lo sabía; pero corrí un riesgo muy grande: yo no tenía tutor. Antes de la defensa yo pensaba que eso era un detalle insignificante; pero la defensa que se hizo justo anterior a la mía, ese mismo día, me convenció de lo contrario. El aspirante se defendió muy mal, le hicieron como 4 rondas de preguntas y ya al final, Amado y yo estábamos convencidos (y el aspirante también) que lo habían derrotado en toda la línea. Sin embargo, para asombro nuestro, el tutor (que es quien tiene la última palabra antes de la votación secreta) habló brillantemente durante 40 minutos y le hizo ver al tribunal la valía del trabajo que había hecho el aspirante. Sacó la victoria de debajo de la manga y el aspirante fue aprobado (hizo justicia diría yo, el trabajo era excelente y tenía resultados prácticos de impacto en la salud de las personas). Ahí fue cuando comprendí que yo no tendría esa “hada madrina”. Yo no tenía quien me defendiera así, me tocaba defenderme yo mismo y no dejar margen a la duda. Amado, siempre tan amable, temió igual que yo, y me dijo que, si me apabullaban, él estaba listo para “convertirse” en mi tutor (sí, así de repente, haciéndole un guiño al presidente del tribunal y después arreglar los papeles); pero no hizo falta. Amables lectores…no se manden sin tutor, el tutor hace falta no solo para esas palabras finales. Un tutor avezado me habría ahorrado mucho tiempo.

Si te defiendes sin tutor…cruza los dedos y que sea lo que Dios quiera

“… yo soy de esos amantes a la antigua…” como canta Roberto Carlos

Mi tesis fue completamente a la antigua. Yo no tuve Internet. Los artículos anteriores a mi tesis, sobre los cuales versó la misma, los obtuve escribiendo a los autores (cartas de papel que demoraban meses en llegar). Los amables científicos me enviaban el artículo solicitado y todo lo más avanzado que tenían sobre el tema (incluyendo cosas que yo desconocía). Yo escribí a todo lo que vale y brilla en el mundo de los radares meteorológicos. Algunos incluso, mandaron libros. Ya cuando tuve Internet a partir del 2006, pude revisar todo lo que se había publicado al respecto de mi tesis y comprobé que efectivamente, para mi tesis consulté TODO lo que era necesario consultar. La impresión de la tesis también fue un problema. Afortunadamente mi amigo y excompañero Waldo Vázquez Soto intercedió por mí y Filiberto, a la sazón Gerente de Servicios Técnicos de CIMEX, me permitió usar su impresora y sacar las 5 copias. La encuadernación transitó sin líos, se hizo en el Poligráfico de Camagüey que brindaba ese servicio. La exposición fue usando “transparencias” y retroproyector, nada de PowerPoint. En fin, todo muy convencional.

Los mejores retroproyectores del momento enero 2022
Persona exponiendo con retroproyector diapositivas en blanco y negro.

¿Tesis o trabajo de Fórum? eh ahí el problema a resolver

Una tesis de doctorado no es un trabajo de Fórum. La tesis es la solución de un problema por métodos científicos, y esta solución debe ser universal, novedosa A NIVEL MUNDIAL, de lo contrario el problema está mal escogido. Un problema que ya está resuelto en el mundo no sirve como tema de tesis. Las carencias por falta de financiamiento o por los rigores del bloqueo no justifican una tesis de doctorado. Es cierto que hay problemas que hay que resolver con lo que hay en Cuba, y su solución se convierte en una importante innovación, digna de premiar en los Fórum; pero eso no es un tema de doctorado por muy meritorio que sea el trabajo realizado. Los resultados de la tesis deben ser publicados en revistas de gran alcance y deben lograr ser citados por otros, de lo contrario … es solo un papel más. La mayoría de las tesis se basan en problemas “inventados” por los tutores y no en problemas reales que requieran de una solución por métodos científicos. Mi gran amigo, el Dr. Ismael Clark, a la sazón presidente de la Academia de Ciencias de Cuba, me comentaba al respecto de las tesis y los premios de la ACC. Me decía –Orlando, imagina que yo esté conversando con el presidente de la Academia de Ciencias de Gran Bretaña, tomándonos un té y el me pregunte qué premiamos este año en Cuba y que cuando yo le diga me conteste Oh sí, buen trabajo, nosotros lo premiamos hace 20 años. Llegado a este punto, el persistente y perspicaz lector que haya llegado, pensará con razón…bueno, y este (es decir yo) ¿Qué hizo en su tesis que se cree que es tan importante? Pues nada del otro mundo. Yo demostré que muestrear la señal recibida (señal de video) a intervalos más cortos que la duración del pulso contenía información estadísticamente valiosa y demostré su correlación con la relación entre la duración del pulso y el ancho de banda del receptor. No solo eso, sino que en el procesador de señales que empleamos en el radar MRL-5 se implementó lo que en los radares WSR-88D (NEXRAD) posteriormente se llamó super resolution y se implementó 8 años después. Es decir, sí, fue mi tesis actual y novedosa.

Trabajo presentado en la 29 Conferencia Internacional de Meteorología de Radar en Montreal, 1999, y que contiene la esencia de mi novedad teórica.

Correspondió a Sebastián Torres, argentino radicado en la Universidad de Oklahoma, llevar este trabajo hasta el final para extraer la información estadística subyacente. No obstante, me reconoce como precursor en su tesis. En la práctica, esto no tiene un peso sustancial en la detección de fenómenos peligrosos por radar (que es para lo que he trabajado toda la vida). Y así es la realidad, ninguna tesis mueve el conocimiento teórico un tramo grande. Mi tesis, como la mayoría, hizo avanzar esa ciencia un nanómetro hacia adelante. Ya les digo, un granito de arena en el océano de la teoría del procesamiento de las señales de radar meteorológico.

Mención a mi trabajo en la tesis de doctorado de Sebastián Torres

Y … ¿sirvió de algo verdaderamente útil haber defendido un doctorado?

Sin lugar a dudas sí. En primer lugar, no solo cumplí con mi objetivo de hacerme doctor para poder dirigir mis propios proyectos. Si yo no me hubiese hecho doctor, hoy no existiría un Centro Nacional de Radares radicado en Camagüey.

Centro Nacional de Radares en Camagüey

En segundo lugar, inesperadamente para mí, el doctorado actuó como pasaporte: fui invitado a viajar como científico visitante a las más encumbradas instituciones relacionadas con los radares meteorológicos (Canadá, EE.UU., Italia, Gran Bretaña, Alemania), a algunas de ellas viajé múltiples veces. Conocí personalmente a los científicos más importantes de la especialidad (en su mayoría aquellos a los que le pedía sus artículos por cartas de papel). Pude visitar los más sofisticados radares meteorológicos del mundo. Hice centenares de preguntas y las respuestas consolidaron mis conocimientos para la concepción del Radar Meteorológico Cubano.

En Met Office, Gran Bretaña, analizando soluciones técnicas de un radar Doppler construido por esta institución.

En tercer lugar, las presentaciones en las conferencias internacionales y el libro que traduje al español (El Radar para los Meteorólogos) me hicieron conocido en muchos países. Comenzamos a recibir solicitudes para exportar servicios. En casi todos los casos viajé de primero, como de explorador. Esto se debió a que los solicitantes confiaban más si venía uno con el título de doctor y en algunos casos lo exigían. Yo me encargaba de introducir a mis compañeros y explicarles a los clientes que ellos son más talentosos que yo y podrían brindarles un servicio de excelencia y eso resultó. Hemos brindado servicios a 10 países. Hemos ingresado al país alrededor de 400 mil USD. Aparte de estos servicios hemos brindado colaboración, que de cobrarse habría significado otro tanto. Tenemos un prestigio sólido en el mundo de los radares meteorológicos. Y no olvidemos que se gana un plus de 835 pesos por ser doctor, y que el grado de doctor me permitió ser Profesor Titular en dos universidades en Cuba y dos en el extranjero y que eso también ha significado una ventaja económica.

Impartiendo conferencia en Nicaragua

Finalmente

Solo me resta aconsejar, que desde el punto de vista social sería mejor: 1) que los que se vayan a dedicar a la investigación inicien su doctorado tan pronto se gradúen y terminen en 2-3 años a lo sumo; 2) que los temas de tesis se busquen como soluciones por métodos científicos a problemas identificados por el país entre sus prioridades y no en el universo confortable de los tutores; 3) que las revisiones bibliográficas sean verdaderamente exhaustivas y se localice para cada tema de doctorado la verdadera cúpula de esa especialidad para que la investigación del doctorado arranque sobre lo que ya ha hecho el mundo en ese campo; 4) que el aspirante no trate de hacer «la obra de su vida» ni un libro sobre el tema, sino que se concentre en lograr un objetivo alcanzable a corto plazo (recuerden, es un ejercicio académico, lo grande lo harán ya siendo doctores).

Defender un título de doctor…bien vale la pena

Así pues, los dejo con mi tesis, para el que se la quiera leer. Llévenla suave, no es gran cosa. Lo que trato de transmitirles es que mi tesis es un buen ejemplo de cómo no deben hacerse las cosas. En el Centro de Radares tenemos numerosos problemas científicos a resolver, ellos incluyen también a las Ciencias Sociales y Humanísticas. Aquí estamos para servir de tutores y ayudar en el proceso.

Acerca de Orlando El Escriba

Experto en radares. Ingeniero eléctrico, Doctor en Ciencias Técnicas, Profesor Titular, Director-Fundador del Centro Nacional de Radares del Instituto de Meteorología de Cuba, actualmente Presidente de la compañía privada LADETEC.
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6 respuestas a Más sabe el diablo por viejo que … por doctor

  1. Susana Montenegro dijo:

    Excelente artículo, como artículo cumplio su objetivo, me enganchó desde el título y no dejo saltarme un párrafo. Como Lic. Me dejo el bichito para … nada gracias por esta excelente invitación a la lectura.

  2. Luis Mompié. dijo:

    Lo leí completo (como todos tus post). La verdad me ha animado a realizar un doctorado cuanto antes. Ya cuento con el grado de Master en Ciencias, pero no me pienso quedar ahí. Seguiré tu camino, a ver si llego.

  3. Jose Mario dijo:

    Ni lic. ni doctor.Solo un viejo radarista siempre fascinado por tus articulos.

    • meteoradar dijo:

      Usted no será ni licenciado ni doctor; pero sí es experto en radar y en fotografía, además una persona con un envidiable nivel cultural, muy por encima de muchos licenciados e ingenieros. La práctica es el criterio de la verdad, y la verdad es que Usted fue un excelente jefe del insigne radar de Camagüey y formó a una generación de operadores.

  4. JOSUE DANIEL MUNDACA GONZALEZ dijo:

    Waooo,soy médico( me dicen doctor aunque no tengo doctorado),que interesante su relato doctor,y que orgullo saber que en Cuba haya tal talento a pesar del inmenso bloqueo que sufre.Pir acá decimos que «la universidad no ha e al alumno,el alumno hace a la universidad», saludos cordiales desde Pucallpa Perú.

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